EL TIEMPO: COLUMNA DE NUESTRO RECTOR LUIS MUÑOZ EN EL DIARIO AUSTRAL DE OSORNO
Durante mi práctica profesional, me asignaron una tarea rutinaria que consistía en revisar los libros de clases y verificar que estuviese registrada una información obligatoria. Al paso de las semanas, sentía que esto no era un gran aporte a mi formación hasta que, por casualidad, sucedió algo que cambió mi motivación y marcó el devenir de mi carrera docente.
En una conversación casual, supe de ellos. Los tildaban de rebeldes, contestatarios e irreverentes; en resumen, niños bastante malos. Yo ubicaba a uno que estaba en el curso en el que me encontraba intentando hacer clases. Mi valoración de aquel muchacho era muy positiva y no coincidía con lo que la colega describía. Por curiosidad, busqué al resto de los aludidos y encontré a un grupo de jóvenes alegres, con un alto sentido crítico y muchas ganas de hacer cosas distintas: ellos conformaban el extinto taller de teatro que, por no tener profesor que los acompañase, naufragaba en el abandono.
¡Mi oportunidad de cambiar mi tarea administrativa inquisidora estaba a la mano! Inmediatamente, fui a conversar con el director del colegio, quien me dio su respaldo y me hice cargo de ese pequeño grupo de jóvenes con quienes asumimos la tarea de ensayar, montar y actuar obras de teatro.
La historia se desencadenó sola… Fueron ocho las generaciones de estudiantes que pasaron por el taller: muchos desafíos, sueños, construcciones -desde vestuario hasta tableros de iluminación- maquillaje, historias fantásticas y también reales o todas juntas que nos llevaron por una experiencia humana excepcional.
Eso fue hace 26 años, cuando la televisión por cable era un lujo, los computadores recién entraban a los colegios y la telefonía móvil aún estaba al acecho. Entonces había tiempo para imaginar, para jugar, para conversar, para convertir el ocio en una real aventura.
Hoy los alumnos están bombardeados de información desechable, a toda hora y en todo lugar, en submundos de competencia, arrogancia y falta de colaboración. Esto hace urgente que, como educadores y adultos, nos preguntemos qué estamos haciendo al respecto: ¿Seguimos discutiendo de quién es la responsabilidad? ¿Seguimos mirando qué hacen otros para descalificarlos? ¿Seguimos creyendo que nuestra manera de ver las cosas es la que todos debieran aceptar?
Necesitamos replantearnos qué hacer para captar la atención de las nuevas generaciones, para que sacudan sus ganas y curiosidad, para que derriben los límites e inseguridades impuestos por las redes sociales y se reconozcan como los verdaderos protagonistas de esta aplicación llamada vida.
Hoy de ese novel profesor quedan los recuerdos y la satisfacción de que esos “díscolos estudiantes”, en la actualidad, son excelentes padres, parejas y profesionales que destacan en áreas de la salud y las letras. Fueron ellos quienes infundieron en mi espíritu que siempre es posible recorrer nuevos espacios de aprendizaje. Con sincero afecto, dedico esta columna a Daniel, Alejandro, Rodrigo, Pablo y a todos los estudiantes que fueron parte de ese glorioso Taller de Teatro.
https://www.australosorno.cl/impresa/2023/05/28/full/cuerpo-reportajes/2/